UN PORTAL DE BELÉN PARA NUESTRAS FAMILIAS: FELIZ NAVIDAD
Queridas familias,
Llega la Navidad, una época de luces parpadeantes, villancicos y una presión casi palpable por crear momentos perfectos. Pero nuestras familias, las que se construyen desde la resiliencia y el amor incondicional, saben que la perfección no está en la ausencia de grietas, sino en la belleza de cómo se repara lo que estaba roto.
Este año, os invito a mirar el portal de Belén con otros ojos. Más allá de las creencias de cada uno, esa escena milenaria es, en su esencia, una de las historias de adopción más profundas que jamás se han contado.
El portal no era un palacio. No había lujos, ni una cuna preparada con meses de antelación. Era un refugio improvisado, un lugar encontrado en medio de la urgencia y la necesidad. Un espacio humilde pero seguro, donde lo único que importaba era el calor y la protección.
José no era el padre biológico. Fue un hombre que aceptó a un hijo que no era suyo, en circunstancias extraordinarias y confusas. Lo amó, lo protegió y lo crió como propio, convirtiéndose en el pilar de una familia que desafiaba todas las convenciones. José es, quizás, el primer gran padre adoptivo de la historia, un símbolo de ese amor que elige, que se compromete y que permanece.
María tuvo que renunciar a la idea de una maternidad planificada. Su camino fue inesperado, lleno de incertidumbre y miedo, pero también de una fe inquebrantable en que el amor era el único camino posible. Ella nos recuerda que la maternidad y la paternidad no siempre siguen el guión que escribimos, sino el que la vida nos presenta.
El niño no nació en el lugar esperado. Llegó al mundo en un entorno ajeno, rodeado de extraños y animales, lejos de lo que se consideraría un comienzo "normal". Necesitaba, por encima de todo, ser acogido. Su vulnerabilidad es el eco de la de nuestros hijos, que también llegaron a nuestras vidas desde lugares y circunstancias que no elegimos, necesitando desesperadamente un lugar al que pertenecer.
Y luego están los pastores y los Reyes Magos. No eran la familia, ni los vecinos de toda la vida. Eran extraños que, atraídos por una luz de esperanza, acudieron a celebrar y proteger a ese niño. Son nuestros terapeutas, nuestros profesores de apoyo, nuestros amigos que entienden sin juzgar, nuestros grupos de familias adoptivas. Son nuestra tribu, esa red que tejemos para sostenernos, para recordarnos que no estamos solos en este viaje.
Nuestras familias son portales de Belén modernos. No siempre son tranquilas ni perfectas. A veces, en medio de la celebración, aparecen los fantasmas del pasado de nuestros hijos, y el dolor se mezcla con la alegría. Y está bien. Porque nuestro amor no es un amor de villancico, es un amor real, un amor que abraza las cicatrices, que tiene paciencia con los miedos y que celebra cada pequeño paso como la llegada de un nuevo rey.
Que esta Navidad encontréis la paz en la autenticidad de vuestro propio portal.


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